Hablemos del desarraigo

Hay ciento de visitadores que se trasladan de una ciudad a otra, por un nuevo trabajo, o un ascenso. A ciudades grandes o a ciudades más pequeñas. En todos los casos las sensasiones son parecidas. Uno se siente muy cómodo, conoce a gente nueva, que te hacen sentir muy bien, pero las pertenencia de un lugar, de un barrio y de los recuerdos empiezan a pesar en algún momento. Obviamente a mí me tocó estar sin pareja fija ni hijos, y seguramente eso hubiese pesado.
Una canción de tú ciudad, un llamado, una carta, una navidad distinta, un cumpleaños a solas, y la sensación de que toda la gente se empieza a olvidar de uno, es mortal.Si ya sé, son decisiones, pero como duelen en el tiempo.Aquí frente un cartel clásico que ya no existe del balneareo de mi ciudad, en una de las visitas.Año 88